De pronto lo volvió a escuchar, ahora más nítidamente y se acercó hacía la multitud de donde creía, había salido el sonido. Pero era imposible acercarse al camión. Manola volvió a gritar el nombre de Antonio a los cuatro vientos, pero no hallaba respuesta. Y justo cuando había conseguido acercarse mínimamente al camión que, estaba segura, había emitido ese silbido, apareció un pequeño pelotón de soldados comunistas que, a culatazos y con algún que otro tiro al aire, despejó la aglomeración. Uno de ellos, el que parecía de más rango, subió al camión y ordenó al conductor a voz en grito que arrancara. Aquellos soldados aún tendrían que hacer un último servicio a la República , o a quién fuera que ellos representaran. El camión arrancó y se perdió por la Calle de Alcalá, sin que Manola hubiese visto lo que creía haber escuchado. A pesar de todo, la alegría inundaba su corazón. Era su silbido. Estaba segura.
De repente, en los altavoces que los últimos días servían para avisar de alarma aérea y que a menudo, conectaban con la radio para emitir los partes de guerra, comenzó a sonar música. Marchas militares llenaron el aire con su marcialidad, haciendo que la inquietud entre la gente aumentará hasta el extremo. Y de pronto, una voz se escuchó con inusual claridad en la plaza de la diosa, mientras la multitud, que hacía unos minutos había montado una tremenda algarabía, mantenía un silencio sepulcral.
- “Parte Oficial de guerra del Cuartel General del Generalísimo correspondiente al día de hoy, 1º de Abril de 1939, III Año Triunfal. En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército rojo, han alcanzado las tropas Nacionales, sus últimos objetivos militares. LA GUERRA HA TERMINADO”. Burgos, 1º de Abril de 1939. Año de la Victoria. EL GENERALÍSIMO: Franco.
La gente se miró a la cara y en un principio no supo reaccionar. Manola no esperó y echó a correr hacia su casa.
- Mis hijas lo primero y luego ya se verá – pensó.
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