jueves, 7 de abril de 2011

RELATO HISTÓRICO POR ENTREGAS: Una situación desesperada ( ALESIA cap. I )

El sitio de Alesia


Vercingétorix, el rey de
los grandes guerreros
A la caída de la tarde, una ráfaga de aire frío del incipiente otoño puso la piel de gallina a Vercingétorix. Desde lo alto de las murallas de Alesia, el gran jefe de los guerreros que acaudillaba a los galos observaba el horizonte, tratando de vislumbrar algún atisbo del deseado ejército de refuerzo que no acababa de llegar.

- La situación es desesperada. No quedan víveres para tanta gente. – pronunció sin más preámbulos Critognato.

- A veces pienso que jamás llegarán.- respondió el caudillo arverno.

- ¿Crees que los romanos se afanan en hacer su segunda línea de circunvalación y sus defensas por entretenimiento? No cesan de trabajar día y noche por el temor a ser atacados. Considéralo una señal de que los guerreros de auxilio están muy cerca. César lo sabe. Siente su aliento en el cogote como sentía el del rey de Bitinia en su juventud.

Vercingétorix suspiró queriendo creer en las palabras de uno de sus más respetados guerreros. La espera a veces le hacía caer en la duda y la desesperación. Hacía unos días, cuando el cerco a la ciudad aún no había sido completado por las legiones de César, que se afanaban en cerrar el sitio de la inexpugnable Alesia con una empalizada para rendirla por hambre, tomó una dura y arriesgada decisión. Aprovechando la oscuridad de una noche sin luna y jugando con la sorpresa, rompió el cerco y mandó a su caballería a pedir auxilio en todas direcciones, pues sólo tenían víveres para un mes.

- Id a vuestras tribus y llamad a la guerra a todos aquellos que tengan edad para la misma. Podremos escapar de la esclavitud si derrotamos al invasor romano, porque lo que aquí se disputa es la libertad de toda la Galia.

Confiaba en que las tribus celtas y belgas no caerían en el oprobio y no les dejarían solos. Acudirían a librarles del yugo romano que se cernía sobre ellos desde hacía ya unos cuantos años.

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