miércoles, 31 de octubre de 2012

(2n BAT) De niña a mujer -Isabel II-

No es una cancion que Julio Iglesias le dedicó a su Chabeli... No es el paso de la ESO a Bachiller de alguna de vosotras... No.

Es el pasaje de la Historia de España que Eslava Galán le dedica al reinado de Isabel II y que os recomiendo leer (y comprad el libro) porque es muy ameno.

Aquí os dejo una muestra.


CAPÍTULO 78  La reina niña

Fue Isabel una niña algo corta de entendederas y de educación tan descuidada que era prácticamente analfabeta. En lo que resultó precoz fue en el sexo; en parte, porque había heredado el carácter ardiente y lujurioso de la familia y, en parte, porque la corrompieron sus propios tutores. A los trece años, declararon su mayoría de edad y, a los dieciséis, la casaron con su primo Francisco de Asís, ocho años mayor que ella y descendiente también de Felipe V, el primer Borbón español.

Francisco de Asís era un bisexual notorio. ¿Qué puedo decir —se lamentaba Isabel— de un hombre que en nuestra noche de bodas llevaba más encajes que yo? El pueblo, con mordaz ingenio, lo apodó Pasta Flora y Doña Paquita.

En la desafortunada elección de tal marido para la ardiente Isabel se puede ver la esperanza secreta de la reina madre de que Isabel no tuviera hijos. Seguramente, quería que la corona recayera en su otra hija, la infanta Luisa Fernanda, que era su ojito derecho.

Creció Isabel, más a lo ancho que a lo alto, y se convirtió en una reinona gorda y fofa, castiza y chulapona, hipocondríaca y fecunda, que trasegaba fuentes de arroz con leche como el que come aceitunas. La reina era muy fogosa y tuvo decenas de amantes, uno de los cuales, Carlos Marfiori, llegó a ministro de Colonias, porque, según las gacetas, «le es muy necesario al rey y sobre todo a la reina». Tuvo Isabel once hijos, de los cuales le vivieron seis. Los historiadores han echado cuentas y al parecer los que nacían muertos o morían lactantes eran los que engendraba de su primo y esposo. Los otros los tuvo con distintos amantes; el primero, una niña, del apuesto comandante José Ruiz de Arana, y el siguiente, un niño, el rey Alfonso XII, del bizarro capitán de ingenieros Enrique Puig Moltó. Más adelante, tuvo otras tres niñas de su agraciado secretario particular, don Miguel Tenorio de Castilla.
Alfonso XII de niño

Sepa el escéptico y quizá algo sorprendido lector que desde el punto de vista dinástico no es mayor problema que Alfonso XII fuera hijo adulterino, pues, como se sabe, la ley española, fiel al código napoleónico, sostiene que todo hijo nacido dentro del matrimonio tiene por padre al marido. Ahora, con tanta prueba genética, no sabemos en qué acabará la cosa.

Por cierto que, para que se vea el carácter llano y borbónico de la reina, al ginecólogo que auscultándola predijo que estaba embarazada de un varón (Alfonso XII) le concedió el título de marqués del Real Acierto. […]

Muchos generales

El "caballo" de Espartero
Al final de la regencia de la reina, el general Espartero había gobernado dictatorialmente, con las Cortes disueltas. Un pronunciamiento lo derrocó y restituyó una sombra de gobierno parlamentario que nuevamente desembocó en dictadura, esta vez con el general Narváez. Y después de Narváez, en 1854, tras otro pronunciamiento, gobernó el general O'Donnell, que llegó a un acuerdo con Espartero, para encabezar dos partidos que se alternaran en el poder, la Unión Liberal de O'Donnell y los moderados de Narváez. La política nacional no era aburrida ni previsible porque a los endémicos pronunciamientos, con su secuela de movilizaciones funcionariales, destierros de unos y regresos triunfales de otros, había que sumar una guerra en África (en la que Juan Prim tomó Tetuán), y otra en el Pacífico.

Hacia mediados de siglo la economía del país comenzó a prosperar y las inversiones de capital extranjero, especialmente francés, hicieron posible un cierto despegue económico: se abrieron fábricas textiles en Cataluña y acerías en el País Vasco, se intensificó la explotación minera, se tendieron ferrocarriles. En este ambiente propicio, surgieron los primeros especuladores, como el marqués de Salamanca, y una oligarquía de industriales enriquecidos, que constituyeron dinastías bancarias y empresariales, algunas de las cuales perduran todavía.

La reina, envalentonada, arrinconó a los elementos progresistas y provocó con ello una terrible marejada en las medanosas aguas de la política nacional. […]

General Prim
El ala progresista, en vista del viraje autoritario de Isabel, se agrupó a la sombra del general Prim, que odiaba a los Borbones, y de los destacados generales Serrano y Domínguez. En 1868, triunfó el pronunciamiento de una parte del ejército, secundado por el pueblo, en lo que se ha llamado Gloriosa revolución. 

El voluble y tornadizo pueblo, por el que Isabel se creía adorada, se echó a la calle al grito de «Abajo la Isabelona, fondona y golfona», y el general Serrano, antiguo amante de Isabel, derrotó a las tropas de la reina en la batalla del Puente de Alcolea (aun existe el puente, bello y de piedra, cerca de Córdoba). Así terminaron los marchitos esplendores de la corte de los milagros. Isabel, que estaba veraneando en San Sebastián, sólo tuvo que recorrer unos kilómetros para ponerse a salvo en Francia: «Creía tener más raíces en este país», declaró al traspasar la frontera.

Juan Eslava Galán, Historia de España contada para escépticos. Cap. 78

Isabel II parte hacia el exilio.


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