CAPÍTULO VIII

Pero por otra parte, la preocupación de que su destino y el de los suyos fuera incierto, hizo de él una persona mucho más familiar, mucho más consciente de todo aquello que tenía y que no quería perder. Mucho más apegado a la vida, que trataría de mantener por encima de todas las cosas y de todos los ideales. Lo que contaba era sobrevivir y que sobrevivieran los suyos. Y si para ello había que luchar, lucharía. Pero no hasta la muerte. La muerte no entraba en sus planes.
- No te dejes matar Antonio. No me dejes sola – le había dicho Manola entre un manto de lágrimas el día que marchaba de Madrid en dirección a su nuevo destino en Teruel- Lucha por lo que crees, pero no dejes de pensar en nosotros. Vuelve Antonio. Juntos podremos afrontar cualquier cosa.
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